El caso Augusto M: radiografía de una escritura frustrada


Con los sentidos cerrados. Retrato de un Augusto M.
apesadumbrado, al verse incapaz de recobrar la creatividad.
Texto: S.I.H.
Foto: anónimo (debido a infundadas sospechas de falsificación de fotos, a los efectos de la propia protección profesional, el autor prefiere reservar su identidad)

El bloqueo creativo in-eternum es una enfermedad que afecta a muchos artistas talentosos (VOLANTA)

Augusto M., quien solicitara a este cronista no develar su “verdadera identidad”, es uno de tantos escritores que sufren de la acción patológica del faltae de inspiracitiis, virus que ataca principalmente a mentes brillantes. A continuación, una crónica “al detalle” de un intento malogrado de redacción. (BAJADA)



Augusto M. es novelista. Al menos, se supone. Sentado frente al monitor, pugna por escribir. Por alguna extraña razón, no lo consigue. Está bloqueado, anquilosado, como un poeta acorralado por un enjambre de incrédulas miradas. Presiente un vacío, no lo comprende, se frustra, mira el reloj. Y el tiempo que no da tregua. Tinieblas.

Augusto M. se concede un recreo. Cinco minutos -se reta-, no más. Relaja el pensamiento. Pasan 10 minutos, 15 minutos y Eso que no asoma. Cuando quiere despegar, el pensamiento se alborota y atraviesa itinerarios improcedentes, que hilvanan ideas defectuosas e inconexas. Luego de fluir vanamente hacia injustificables horizontes, el pensamiento se encarrilla, sobrevuela el asunto. Pero no hay caso. “¡Qué profesión la de escritor! Y después nos acusan de ociosos”, se despecha golpeando el mouse.

¡Ya está!. Augusto M. desgrana unas palabras. “Han de ser maravillosas”, declama eufórico. “Debo ser cauto, probablemente exagere”, reflexiona. “La verdad es que deja mucho que desear”, concluye con amargura. Backspace.

¿Y donde están ellas, las musas de la inspiración?. Simplemente no están. Luego, Augusto M. ya no se siente derrotado: la fatiga se ha confabulado con la conciencia para absolver al condenado. “Son cosas que pasan. La inspiración es algo eventual, puro artilugio del azar. Hoy no estuvo, mañana…quién sabe”.

Arrumbado, Augusto M. se aviene a dormir. Un sueño manso, sin remordimientos, como si no lo oprimieran las palabras ausentes. ¿Cuándo llegará la primera luz del día para Augusto M.?
El tiempo es impredecible, predica el más común de los sentidos. ¿Pero es este, después de todo, el verdadero significado de la inspiración? ¿Es efectivamente una mera “luz exterior” al individuo que, a su antojo, se prende y se apaga como si estuviera empecinada en burlarse de la humanidad misma?.

Casos tan conmovedores como el de Augusto M. existen por todas partes. “Pobres”, nos lamentaremos, hasta tanto comprendamos al fin que la inspiración no depende de nosotros. Entonces tal vez podamos ser felices y -por qué no- creernos los mejores escritores del mundo aún sin haber escrito la primera palabra.


(el texto original se titula “La primera palabra”. Fue debidamente adaptado a los fines de este blog)